Cada vez que vamos a Ikea, raro es el día que mi hija no sale con una flor. Le gustan mucho unas que parecen crisantemos o caléndulas, me imagino que por sus colores tan vivos. El caso es que estamos llenando la casa de flores.
Estas que os comento tienen el tallo especialmente largo, así que no me arreglaba con otros floreros que había hecho, porque por supuesto, pobre de tí como osases acercarte a ellas con unas alicates para cortales un trocito.
Estas que os comento tienen el tallo especialmente largo, así que no me arreglaba con otros floreros que había hecho, porque por supuesto, pobre de tí como osases acercarte a ellas con unas alicates para cortales un trocito.
Pero entonces, llegó mi salvación en forma de cena de Navidad, en la que se dio matarile a un licor de hierbas cuya botella me venía que ni al pelo.
Tenía la altura justa. Además, al ser estilizada creaba un conjunto muy armonioso:
Intentando respetar esa armonía, la decoré simplemente pegando con cola blanca una sobre otra cinco tiras de una puntilla casi transparente.
No sé por qué me recuerda a una imagen en blanco y negro del siglo XIX. Un enorme comedor de alguna casona con muebles oscuros macizos, largos cortinajes y gruesas alfombras.
¡Pasad un feliz fin de semana!
No hay comentarios:
Publicar un comentario