Hace tiempo, os enseñaba las mariquitas que había pintado en unas piedras. Creo que entonces os había contado que aprovechaba cualquier día que pasábamos en la playa para aumentar mi colección.
Pues eso sigue igual. O peor, porque ha pasado el verano y tengo rodando por casa una mochila de mi hija llena de piedras. Redondeadas, con forma de huevo, planas, grandes, pequeñas. Con decir que cada vez que mi hija ve una tirada en el suelo, me la da diciéndome "Toma mamá, otra para tu colección". Y al padre le sale humo por las orejas. Y eso que no sabe que tengo otra caja llena hasta arriba en casa de mi madre.
Estas las pinté utilizando la misma técnica que las otras, con pintura acrílica y dando una capa final de barniz para fijarla:
Pues eso sigue igual. O peor, porque ha pasado el verano y tengo rodando por casa una mochila de mi hija llena de piedras. Redondeadas, con forma de huevo, planas, grandes, pequeñas. Con decir que cada vez que mi hija ve una tirada en el suelo, me la da diciéndome "Toma mamá, otra para tu colección". Y al padre le sale humo por las orejas. Y eso que no sabe que tengo otra caja llena hasta arriba en casa de mi madre.
Estas las pinté utilizando la misma técnica que las otras, con pintura acrílica y dando una capa final de barniz para fijarla:
Me habíais preguntado por su tamaño, y ya veis que no son muy grandes. Le pinté otra pequeñita, que tenía forma de corazón, y se la metí en el bolsillo del pantalón. Una forma de darle las gracias por su paciencia infinita con mis trastes...
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