La semana pasada os enseñaba cómo me había quedado una manopla de cocina que había transformado cosiéndole una tela encima, y por eso decía que era de segunda mano, pero como nueva.
Hoy viene la pareja, que había sufrido igual suerte que la otra, porque yo a la cocina le echo mucha buena voluntad, pero se ve que con eso no es suficiente. Y si no, que se lo digan a mi familia. Y a mis utensilios, que a fuerza de quemar cosas, he aprendido que lo mejor para despegar algo del culo de una pota es dejarlo en remojo con vinagre, que los utensilios de madera, al contacto con el calor, efectivamente se queman, y que las manoplas y paños de cocina no están fabricados con material ignífugo. Por lo menos los míos.
También he de decir que las manoplas han salido ganando, por lo menos en cuanto a diseño se refiere.
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