Hoy os doy una idea muy sencilla para darle un toque especial a una tarta, con un adorno o topper, como dicen en los blogs que hablan de estas cosas. Ésta es del cumpleaños de mi madre, cuando nos invitó a comer a un restaurante para celebrarlo. Yo me encargué de hacer el postre (mi facilísima y aparentísima tarta de chocolate). El plan era que a la hora del café, apareceríamos mi hija y yo llevando la tarta. No quería ponerle las velas porque seguro que la heredera, que desde su primer cumpleaños, vela que ve, vela que hay que soplar, se empeñaría en encenderlas, y ya me parecía bastante arriesgado y milagroso que llegase de una pieza delante de mi madre, como para encima añadirle efectos especiales. Que sin pestañas y con el pelo chamuscado me veía.
Total, que pensando en un adorno para ponerle, me acordé de estos que había visto en A bit of pilli pilli, absolutamente sencillos y molones:
Me gustaba la idea de los coranzocitos, pero me apetecía que todo el restaurante se enterase de qué iba el folclore que seguramente habría en la mesa (que lo hubo), con la(s) canción(es) del cumpleaños feliz, los regalos, las fotos y toda la demás parafernalia propia de estos eventos. Total, que le planté un corazón XXL, para que se viese bien desde el fondo del comedor:
Simple absolutamente: dibujé dos corazones en una hoja de papel, mi hija los pintó con plastidecor rojo (yo los rematé), junto con un palillo de madera de hacer brochetas. Los recorté, los pegué a éste, y a hacer una entrada triunfante por la puerta del comedor. Ni se nos cayó, ni le metimos una manga de la chaqueta, ni nos pringamos de chocolate. Y luego mi hija sopló las velas.
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