La semana pasada hicimos rosquillas. Estábamos en casa con la lluvia azotando contra los cristales cuando mi hija lo propuso.
En ese sentido somos así de explosivas; cuando se nos ocurre algo nos ponemos a ello sin pensarlo aunque muchas veces nos encontramos a mitad de faena o de receta con que nos faltan ingredientes.
Esta vez tuvimos suerte porque seguimos una que nos había dado mi amiga y lectora habitual Patricia y lleva unos ingredientes tan sencillos que se tienen en el armario de por sí aunque no seas de hacer postres caseros:
* Las cucharadas son soperas.En ese sentido somos así de explosivas; cuando se nos ocurre algo nos ponemos a ello sin pensarlo aunque muchas veces nos encontramos a mitad de faena o de receta con que nos faltan ingredientes.
Esta vez tuvimos suerte porque seguimos una que nos había dado mi amiga y lectora habitual Patricia y lleva unos ingredientes tan sencillos que se tienen en el armario de por sí aunque no seas de hacer postres caseros:
Hacerlas no puede ser más sencillo. Empezamos batiendo los huevos (1) a los que se van añadiendo el resto
de ingredientes (2) y se mezclan con las manos hasta conseguir una masa
homogénea que no se pegue a los dedos (3):
El siguiente paso es hacer un churro (4) para dar forma a las rosquillas (5 y 6) y freirlas en abundante aceite (7):
Cuando están doradas se sacan a un recipiente y se espolvorean con (mucho) azúcar. El aspecto con que se quedan es este:
También es verdad que saben el doble de ricas si te las tomas con un colacao calentito y fuera hace mal tiempo.
Este post se lo dedico a Patricia y a toda su familia por cedernos la receta. Y a una vecina que tenía en el pueblo donde me crié, Honorina (Norina), que nunca nos reñía a los críos que andábamos siempre por ahí atravesados haciendo el bruto. Recuerdo que me asomaba a la ventana de su cocina y siempre tenía algo rico para darnos. Y me acuerdo de ella y de sus rosquillas cada vez que las hago con mi hija.
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