Mete una tarta en un bote


Lo que hoy te presento se me ocurrió recordando las veces que fuimos a la playa y a la piscina el año pasado y que en todas ellas pensé en cómo llevar un postre (lo que conocemos como postre, una tarta o algo así, que parece que a la orilla del agua te lo comerías con (más) ganas), y que llegue de una pieza y no convertido en un puré espeso y caliente que dé grima sólo con verlo, no digamos ya probarlo.

Y puestos a pedir yo pido algo con glamur para levantar el nivel de los túperes de pollo empanado y tortilla de patata y las peras espachurradas y las uvas mareadas. Cada vez que metía la mano en el capazo para sacar la comida me recordaba a mí misma que tenía que poner a Dios por testigo de que no me volvería a pasar, pero a la siguiente volvía a lo mismo.

Hasta este año en que mi familia y yo a la hora del postre vamos a redimirnos de tantos años con el túper a cuestas, sacando de la nevera portátil una tarta de cerveza primorosamente envasada y conservada.

Una ración individual para cada uno con su capa de frosting y todo. Hasta con las cucharillas decoradas con whasi tape si me apuras:


Había visto por la red bizcochos hechos en botes, así que me decidí por una tarta de cerveza Guinness. Como me ocurre tantas veces con tantas cosas, no tenía botes de esos especiales para el horno cuando se me ocurrió hacerlo, así que probé con unos de conservas que había guardado. 

No las tenía todas conmigo de si aguantarían el calor del horno, pero me arriesgué. Será por botes...


Al final aguantaron el calor:


Lo mejor de todo es que les pones la tapa y ni se menean, puedes darles los viajes que quieras que cuando los abres están intactos (test de calidad realizado en el trayecto a la oficina del esposo):



Es muy fácil de hacer, tan sencillo como hacer una tarta de cerveza Guinness (aquí) pero en lugar de meterla al horno en un molde, se echa en los botes de cristal. 

Ojo, sin llenarlos del todo que hay que dejar sitio para el frosting. Esta tarta no sube mucho, pero algo sí sube, así que con menos de la mitad es suficiente.

Una vez cocido (cuando pinchas con el filo de un cuchillo y sale limpio) se dejan enfriar, luego se les pone el frosting encima, se tapan y directos a la nevera.

Como ya te decía, los botes que utilicé no son especiales para el horno sino reciclados de conservas. Sólo tuve que lavarlos y listo:


Yo que he probado esta tarta en el recipiente tradicional os puedo asegurar que en bote está casi más buena.

Lo mismo es porque queda más compacta o porque el cristal le aporta algo por su cualidad refractaria, pero lo importante es que queda rica de verdad:


Otra ventaja, aparte de que el postre va a llegar a su destino intacto y sabroso es que te lo comes sin sentimiento de culpa porque como viene en raciones individuales no ves menguar la tarta y no imaginas cómo se agradece.


Las cucharitas son de esas de plástico que te dan para comer los helados decoradas con whasi tape.

Ahora las tienen las Nancys para darles de comer a los Barriguitas:


Nosotros si el tiempo sigue así de bueno aprovecharemos para hacer más tests en la playa, por si podemos introducir alguna innovación más.

¿Qué planes tienes, playa/piscina o tiras al monte?


Hagas lo que hagas pásalo bien y ¡Feliz fin de semana!





4 comentarios:

  1. Me parece una idea genial !!!!!!!!!! y me encanta ,gracias por la receta , en casa son muy golosos, seguro que la hare este fin de semana, besos.

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  2. ¡Hola Montse! Me alegra que te hayan gustado tanto la idea como la receta. No dejes de hacerla, es muy sencilla y está para chuparse los dedos

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  3. Ooohh! Genial. La verdad que ahora que se hacen tantos picnics en verano, nunca se bien como llevar el postre.

    Besos,

    Andrea.

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