Dale una vida nueva a un marco viejo

¿Alguien se acuerda de las tiendas de todo a cien, las abuelas de los actuales chinos? Cuando abrieron la primera en mi pueblo era como entrar en el paraíso del plástico y el cartón, con toda aquella pila de cosas a tu alcance por veinte duros.
De aquella época data este portarretratos, de plata de primera ley y exquisita talla.

Después del esplendor de los primeros días se puso así de feo, y por mucho que mi madre le dio con el algodón mágico, la miga de pan y el bicarbonato, igual de pocho se quedó:
Ya sabéis que yo soy muy de experimentar, de ver qué pasa cuando hago algo. Eso de pequeña me complicó bastante la vida, pero ahora suelen salirme cosas chulas. O no, pero ya no tengo a nadie detrás que me regañe.
El caso es que este marco andaba por ahí rodando, en ese peregrinar que tienen las cosas que no están para tirar pero que tampoco apetece ponerlas a la vista. Quién sabe, lo mismo un día salía un producto milagroso con que frotarlo y que le devolviese su antiguo esplendor.
A lo que vamos: tropezarme con él e imaginármelo pintado de blanco fue todo uno. Estoy esperando por una pintura chalk paint para un nuevo proyecto y creo que podría quedar bonito pero no pude aguantar las ganas de ver si funcionaba, así que le dí con pintura al agua que tenía por ahí:

Éste es el resultado. Me gusta sobre todo porque los brochazos le han dado un acabado como si el marco fuese de madera:
La de la foto es mi niña, no me digáis que no está divina. Pasad un feliz martes y nos vemos mañana.






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